S. Orne Jewett: La tierra de los abetos puntiagudos

Sarah Orne Jewett: La tierra de los abetos puntiagudos.
Dos Bigotes. Traducción de Raquel G. Rojas.

«El aire era puro y una no podía desear otra cosa que convertirse en ciudadana de un continente tan diminuto pero completo como aquella tierra de pescadores». 


A veces juzgo un libro por su capacidad para comportarse como un bizcocho de Proust, también llamado por otros bollo, tostada o magdalena. Sé que no estoy en lo universalmente cierto (la ambición de comunión: un delirio), pero una mala obra, amén de tiempo perdido, poco deja en mí.

No fue el caso de esta novela de la norteamericana Orne Jewett (1849-1909), de la que hasta ahora no se había publicado nada en castellano. Por su brevedad, unas 160 páginas, en algunas ediciones en lengua inglesa se divulga como novela corta junto con otros relatos de la autora (The country of the pointed firs and other stories).

Publicada en 1896, narra el verano de una escritora en la villa imaginaria de Dunnet Landing, situada en la agreste costa de Maine. Allí, rodeada de calma y de un paisaje sublime, entabla relación con un puñado de inolvidables personajes.

Desde la melancolía que imprime el adiós que se acerca, Orne Jewett plasma con sencillez y arte invisible la vida normal, esa que brilla sin pompa ni pretensiones. Su capacidad para el retrato social y psicológico resulta portentosa. Los personajes muestran un rico interior, a la vez que un sentido de comunidad lleno de empatía y profundos afectos.

La tierra de los abetos puntiagudos es un libro suave de prosa perfecta. Una obra que invita al placer de la pausa. Una novela cargada de vivos sentimientos.

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