Al marcharme de Alcalá, pregunté a Don Miguel si, ya muerto, le
importaban algo sus huesos. Esperé largo rato. La estatua no respondió.
Interpreté su silencio como un “a preguntas
necias, oídos sordos”.
Entrevisté a Cristina Peri Rossi el pasado febrero en Barcelona. Con su último libro de relatos como música de fondo ( Los amores equivocados , Menoscuarto), hablamos sobre el amor y el deseo. Este es el resultado. Cristina Peri Rossi: «El amor es una quemadura». «No hay mejor marido que una mujer». «Nada sabemos de los seres que amamos, salvo la necesidad de su presencia». ( La nave de los locos , 1984) Barcelona, final del invierno, casa de la autora. Entro con patas de mosquito (y la sangre llena de sangre). Sé que estoy ante una escritora inmensa. Me reciben la naturalidad, la generosidad, el saber y el genio innato. Cuenta su amiga Lil que en el pasado Cristina utilizaba tres máquinas de escribir a la vez: en una escribía poesía, en otra novela, en otra cuentos, tal vez ensayos. Nació en Montevideo en 1942 y se exilió en 1972, sabiéndose objetivo marcado por la dictadura uruguaya. Su obra es inconmensurable y difícil de catalogar: el lirismo más pr
Mi homenaje a la literatura de Adelaida García Morales y al cine de Víctor Erice. «Era como viajar en un barco que navegara a la deriva, perdido en el mar, lejos de todas las costas». El silencio de las sirenas Resulta espinoso romper la quietud, escapar de la mudez del pensamiento para hablar de Adelaida García Morales (Badajoz, 1945 – Dos Hermanas, 2014), dueña vital y literaria del sigilo y de las sombras. Entre cuentos y novelas, García Morales publicó más de quince títulos a lo largo de unas dos décadas (1985–2008). Logró los premios Sésamo, Herralde e Ícaro. Fue una de las autoras en lengua española más traducidas a finales de los años noventa. Tras varias lecturas, aún no logro atravesar El Sur , su primera obra publicada, sin librarme del mazazo de su conmoción poética, sin admirar su engranaje compositivo o su perfecta condensación. Escrita a mediados de 1981 en la Alpujarra granadina, no vio la luz (con Anagrama) hasta 1985. En 1983, dos años antes,
Rosa Montero: La ridícula idea de no volver a verte . Seix Barral. Biblioteca Breve. Marie Curie (Manya Skłodowska) descubrió el radio y el polonio y fue la primera persona galardonada con un Nobel en dos distintas disciplinas, física y química. Por desgracia, eso no fue todo: a los 38 años perdió a su marido, Pierre, padre de sus dos hijas e íntimo colaborador científico . A raíz de esta muerte Marie redacta un breve diario, apenas 30 páginas cargadas de duelo y aflicción dirigidas a Pierre — su Pierre —, sobre las que Rosa Montero iza la biografía de una hembra genial, una de las científicas más brillantes del siglo XX. Tal vez algo sepamos del amor y las pasiones de poetas y escritores, pero todo lo ignoramos de las pulsiones que agitan las mentes de pensamiento lógico y ordenado, de esos seres guiados por el afán de comprensión racional del mundo y la naturaleza. Juzguen por sí mismos: «Pierre mío, la vida es atroz sin ti, es una angustia sin nombre, un desamp
Charlotte Roche: Zonas húmedas . Anagrama. Traducción de Richard Gross. El librero me miró malicioso y dijo: « Yo tendría cuidado. Comienza hablando de almorranas. Dicen que es un tanto asqueroso ». Zonas húmedas fue tildado de sucio, de obsceno, de pornográfico. En internet las reseñas escupieron adjetivos como soez, vomitivo, repugnante, superficial, guarro, sin sentido, no apropiado para mentes sensibles . No comparto ninguno de estos calificativos. Vi otras cosas: una adolescente marcada por el divorcio de sus padres; una niña sola que se masturba bajo una cama de hospital. La protagonista habla con naturalidad de todos los orificios humanos y describe sin tabúes sus experimentaciones íntimas. Y en esa verosimilitud —directa como el porno — reside su erotismo. La novela no es única en su especie. Aunque nadie se alarma, Diario de invierno (Paul Auster, Anagrama) también es un inventario de lo que un cuerpo hace mientras vive.
Cercanía en Madrid La biografía de Juan Gracia Armendáriz (Pamplona, 1965) aloja un vasto haz de logros, experiencias y luchas vitales. Escritor, periodista, exprofesor universitario, lector, músico a ratos… Muchos zapatos lo calzan, aunque la literatura sea, probablemente, la piedra presente en todos ellos. Entre otros géneros, ha cultivado la narración breve en Cuentos de la frontera, Queridos desconocidos y Cuentos del Jíbaro . Las novelas La línea Plimsoll , Diario de un hombre pálido y Piel roja componen la Trilogía de la enfermedad . La Pecera , su última obra (2015), sumerge al lector en el veraz infierno de un alcohólico. El encuentro se produce en la plaza Mayor de Madrid, donde buscamos refugio —hace frío— y algo que tomar en uno de sus bares. Habituada a la penumbra holandesa, me choca la recia iluminación interior de las tabernas patrias: no hay dónde esconderse bajo esta luz potente, como de cocina de casa. Me pregunto si esa claridad f
Fernando Aramburu: Los peces de la Amargura . Tusquets Editores. Destierro memorias de un norte de luz mortecina. Un norte situado más al sur de donde ahora me encuentro pero más lúgubre, más áspero, punzante como hojas de acebo. Un lugar extraño donde la discrepancia, el libre pensamiento o el ejercicio de ciertas profesiones eran respondidos con el silencio, con el desprecio, con amenazas, con muerte. Un lugar donde se decía poco y el miedo todo lo aplastaba. Los peces de la amargura nos acerca al día a día de ese territorio. Un puñado de historias protagonizadas por gente corriente y penetradas por la inteligencia de quien sabe bien de lo que habla. Cuesta aceptar eso: que la vida era, que a lo mejor sigue siendo, así, «triste». Triste y dicotómica: con el pueblo o contra el pueblo. Una vida violenta. “Golpes en la puerta”, narrado desde la voz de un preso que antes fue niño, estremece. El terror es un
Herman Koch: Het diner & Zomerhuis met zwembad . Anthos. Koch se atreve. Elegantemente, sin aspavientos, hurga en las entrañas de la sociedad holandesa. Una sociedad que empuja a sus individuos a gravitar en la normalidad . Una sociedad aparentemente libre gobernada por vanos convencionalismos. De la construcción impecable de ambas novelas surge un retrato reconocible y turbador. El verdadero rostro revelado, temido, plausible. La cultura no reprime los instintos que la biología justifica. Frente al ímpetu de los instintos (la supervivencia, la protección de la especie, el deseo sexual), poco pueden hacer la ley, la educación, la inteligencia. Termino de leer sintiéndome un plátano podrido. La normalidad no existe, dentro de Dr. Jeckyll se esconde Mr. Hyde. Presagio a Mr. Hyde. Mejor salgo de casa. Pasaré la noche en el contenedor de basura (aquí bien cerca). * Publicados en español por Salamandra: La
Franz Kafka: Cuentos completos . Valdemar. Traducción y prólogo de José Rafael Hernández Arias. A Kafka no le faltaba imaginación. Le faltaron quizás años de vida, salud, horas de sueño. Escribió sin darse tregua pero no acabó ninguna de sus novelas. Publicó poco y quemó, antes de morir, una gran parte de su obra. La editorial Valdemar recoge en este volumen todos sus relatos de ficción, incluido “La metamorfosis”; traducidos a partir de los textos originales (sin los retoques de Max Brod) y ordenados cronológicamente en un pulcro ejemplar compacto, de tapas duras y 662 páginas a las que se les desea una larga vida no electrónica. Once de estos ochenta y tres cuentos completos son relatos inacabados. Treinta y tres aparecieron sin título. ¿Por qué dejaba Kafka, un autor obsesivo, cuentos sin terminar? ¿Tenían para él esos vacíos, esos pasajes ausentes, significado? Uno de los valores de su literatura es precisamente no llegar a grandes conclusiones. Kafka esc
Pedazos de carne viva ¿Cómo se vuelve, se viaja, a la infancia? ¿Cómo se rescata? ¿Qué se hace para limpiar de olvido los rincones polvorientos? ¿Hay una memoria fija, inamovible, de lo ocurrido? ¿O se trata solo de ecos inseguros? ¿Qué orienta la luz que posamos sobre el recuerdo —íntimo, nítido, intransferible— de las cosas? Reconozco ser torpe evocando. Y sin embargo —quise decir: a la vez— siento que nada se pierde en el camino. Que cada risco, peña y grano de arena los recoge el presente, extendiéndolos hacia el futuro. Aquello en lo que nos hemos convertido —cuerpo, voz, belleza, miedos— surge en su totalidad de lo que fuimos. Sin que extraviemos un solo fragmento, una sola partícula. En el crecer, no hay desechos. Hablar de escritoras que queremos exige distanciarse de ellas sin olvidar adónde se quiere llegar, siendo esto —el destino de un texto— algo que se descubre, en mi caso, conforme se escribe. Si por conocer una obra literaria entendemos incorporarla
Julián Ayesta: Helena o el mar del verano. Acantilado. Sobran los paraísos de ficción si se puede evocar de esta manera, con la luz hecha letra. Leer, respirar. Su lirismo y brevedad narcotizan. Todas las vísceras se ensanchan a la vez. El amor. La naturaleza. Aquellos muchachos. La piel de los veranos inmensos. Helena o el mar del verano (1952) fue la única novela publicada por el gijonés Julián Ayesta (1919-1996). Cien escasas páginas de estructura cíclica (‘En verano’, ‘En invierno’, ‘En verano otra vez’) que sobreviven a la historia y a la crítica de un país no siempre clemente con sus creadores. «Yo me acerqué a la cama de Helena. Olía tibiamente como los nidos con crías. Helena dormía con la cara en la almohada y su largo pelo rubio recogido sobre la espalda. Respiraba muy despacio, tan suave que me remordía la conciencia arrancarle las sábanas para empezar la batalla». El relato es sencillo, el lenguaje también. En primera persona, asistimos al romper de la p
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