«Mis mujeres, las mías, vociferaban todas, tenían el cuerpo descuidado, demasiado pesado o demasiado plano, dedos rasposos, caras sin pintar o con gruesas manchas rojas en mejillas y labios». Primera página de La mujer helada (1981), de Annie Ernaux, narradora nacida en el pueblo normando de Lillebonne . Hija única de pequeños comerciantes, revisa aquí su adolescencia e infancia, intentando comprender qué la llevó a quedar atrapada en una vida que distaba de la libertad y el amor propio en los que la educaron. Ernaux lleva a cabo —y caracterizará toda su producción literaria— una fina operación destripadora, con bisturí poco dispuesto a ocultar hemorragias. Todo viene de algún lado. Hay una historia, unos motivos, ciertos pasos dados en determinados instantes. Los cimientos no son tal vez los que parecían ser. Sobre todo, no garantizan la firmeza del edificio, expuesto a la intemperie de los tiempos, que son la sociedad, las expectativas, las ataduras, el no poder re
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